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viernes, 6 de abril de 2007
AGUA PERRA (Leonardo Sanhueza)
Publicadas en la prensa, semana tras semana, durante los últimos cinco años, las crónicas de Leonardo Sanhueza, de las que aquí se ofrece una sustanciosa selección, nos sumergen en un sorprendente mundo caracterizado por la reflexión aguda pero desprovista de aspavientos, la crítica social, el humor tan cáustico como amable y oportuno, la evocación personal.
Escritas con punta fina desde un lugar innegablemente propio –y por momentos incómodo–, estas páginas nos divierten y nos invitan a pensar. Su autor es un sujeto escéptico, un observador del tráfago diario de la realidad, que nos hace participar de su acercamiento sutil a los fenómenos del presente. Si habla de sí mismo, al contrario de lo que podría suponerse, es para relativizar sus apreciaciones, para ponerlas en sordina y atenuar los énfasis.
Sanhueza parece ser uno de esos escritores que no conciben la vida sin el humor ni el humor sin la profundidad de alcance. En sus textos elude con elegancia el análisis sesudo pero en el fondo superficial y el tedio de lo políticamente correcto. Y, como todos los cronistas de fuste, es cambiante y contradictorio: puede mostrarse mordaz hasta la calcinación de su objeto y aparecer, a la vuelta de la página, delicadamente melancólico.
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4 comentarios:
Leonardo Sanhueza publica una antología de sus columnas de opinión
El gusto de empezar la semana tomándose un agua perra
(Domingo 29 de abril de 2007
Rodrigo Castillo R.)
Asuntos tan disímiles como la prepotencia de algunas ancianas, los estímulos del erotismo televisivo y la sutileza filosófica del emperador Marco Aurelio se suceden sin pausa en las páginas de “Agua perra”, libro que reúne las mejores columnas que -bajo igual rótulo- Leonardo Sanhueza ha publicado en esta sección de este diario, todos los lunes, a lo largo de los últimos cinco años.
Recién lanzado a través del sello J. C. Sáez Editor, el volumen contiene 85 escritos en los que el destacado y treintañero autor -que en 2001 recibió en España el Premio Rafael Alberti por su poemario “Tres bóvedas”- a menudo aprovecha temas de la actualidad noticiosa para hilvanar observaciones acerca de la vida cotidiana y desmenuzar algunas de sus lecturas predilectas.
En la nota explicativa que abre la antología, el escritor advierte que la obra contiene artículos “nacidos como objetos autónomos, aislados entre sí en sus temas y motivaciones, determinados por las circunstancias del autor, hostigados por la actualidad, apremiados por la hora de cierre”.
Nativo de Temuco y geólogo de profesión, el hombre despliega en sus columnas una particular sensibilidad que en algunos casos se manifiesta en forma de evocaciones melancólicas -aderezadas con entrañables postales de su infancia sureña- y que, en otras situaciones, se traduce en sarcásticos reclamos contra ciertas costumbres y aspectos de la realidad que, por lo general, resultan más ridículos que nocivos.
“El aspecto de náufragos que adquieren los reporteros en los temporales es semejante al congestionado ademán que uno pone frente al espejo cuando se descubre más viejo de lo que creía ser, porque un río fuera de su cauce cumple, junto a su potente función devastadora, la ingrata y doble misión de recoger con displicencia y devolvernos a la cara toda la basura y la vergüenza que vanamente nos empeñamos en ocultar”, afirma Sanhueza en una de las columnas.
-¿Existe alguna retroalimentación entre tu labor periodística y tus poemas?
-Casi todo lo que escribo me lo tomo como ejercicio literario. Es como ser ciclista de competición y trabajar de cartero: igual tienes que pedalear. En cuanto a la retroalimentación, evidentemente algo de eso hay. Yo lo noto en la manera de asociar ideas y en ciertos trucos que da el carrete literario y que voluntaria o involuntariamente terminas ocupando hasta en las conversaciones domésticas.
-Eres geólogo de profesión. ¿Cómo ha influido esa formación en tu propuesta literaria?
-Supongo que ser geólogo me dio un punto de vista. La idea de catástrofe, por ejemplo, me viene de la poesía, pero agarró vuelo con la geología. Otra cosa importante es la forma de crecer de los minerales, lo que en lenguaje geológico se llama “hábito”. Si te fijas bien, esos hábitos están presentes en todo. Todos estamos llenos de muecas, ¿no? Bueno, ahí tienes un hábito, y uno, como observador, aprende a reconocer esos hábitos y a manipular sus prejuicios.
Bigotes dorados
Ganador de una decena de becas y premios, Leonardo Sanhueza publicó en 1999 el poemario “Cortejo a la llovizna” y, en 2004, entregó “El bacalao”, compilación de textos antinerudianos escritos por grandes autores.
Orgulloso de su bigote, el hombre aprovecha esa circunstancia para ofrecer una suerte de sabroso autorretrato en una de las columnas incluidas en “Agua perra”: “Mis bigotes envejecen conmigo y atestiguan todo lo que soy: dorados poco a poco por el tabaco, atajan como barbas de ballena mis palabras erráticas y proclaman aquellas cosas que la timidez me impide decir”.
HORROR A LAS VIEJAS
Las columnas de Leonardo Sanhueza -repletas de humor, ingenio y melancolía- prueban que Nicanor Parra no la erró cuando, tiempo atrás, señaló que Chile es un país de columnistas. Entre éstos, Sanhueza ocupa un lugar destacado, como lo demuestra la recopilación Agua Perra.
Las crónicas que desde hace cinco años viene publicando semanalmente el escritor Leonardo Sanhueza -en el diario Las Últimas Noticias- poseen un atributo exótico, algo que el lector interesado en el género de la opinión escrita rara vez encuentra entre sus lecturas: pese a ser piezas breves, estas columnas siempre acaban diciendo mucho más de lo que el reducido espacio les permite decir. Ello no se debe a que el autor sea experto en ciertas técnicas de comunicación cifrada ni a nada por el estilo. Se explica por una situación bastante simple: Sanhueza no desperdicia ni una sola línea de texto en vaguedades, ñoñerías, fomedades o divagaciones con fecha de caducidad. Alejado de las mañas propias del predicador insigne, de las carencias del latero consumado, y ajeno a la solemnidad de quien se toma demasiado en serio el oficio, lo de Sanhueza es zamarrear al lector con frases y conceptos elaborados a punta de inteligencia, humor, picardía y, a ratos, inolvidados guiños de melancolía pura y dura.
En buenas cuentas, Leonardo Sanhueza es capaz de transformar un escrito por definición efímero -como lo son casi todos los artículos de opinión que de alguna u otra forma están inspirados en la ruda actualidad-, en un documento de peso, el cual, transcurrido el tiempo, puede fácilmente superar ese estado y llegar a convertirse en un texto insoslayable. Así no más queda demostrado en Agua Perra -el título del libro corresponde al encabezado que lleva la columna en el matutino-, la estupenda selección que reúne 85 de las cerca de 500 crónicas que el autor ha escrito hasta ahora.
Ya sea que parta hablando de las colegialas del Liceo 7 que se quedaron sin fiesta de graduación, de la apaleadura y desolladura de focas que se lleva a cabo en Canadá por estas fechas, o del poeta Augusto Winter, a quien se lo recuerda "por haber escrito un poema sobre la belleza de los cisnes de cuello negro y su vulnerabilidad frente al cazador desalmado", pese a que "tenía la costumbre de preparar conservas con esas magníficas aves", Sanhueza jamás apunta a un solo tema. Al respecto, bien podría considerársele el rey del giro inesperado, cualidad propia, como se sabe, de los narradores extraordinariamente ágiles.
Las crónicas de Agua Perra permiten volver sobre una sospecha que, en sí, no tiene nada de novedosa: detrás de un estilo aparentemente fresco, despreocupado y chacotero, es posible distinguir los golpes de oficio de uno de los prosistas más exquisitos de la plaza. La musicalidad de las frases, sumada a la sorprendente facilidad con que el autor alcanza profundidades insospechadas de tiro, sólo hablan de ello. En referencia a lo último, Sanhueza admite que, pese a no ser "un mirón consumado", mira bastante. Además de buena vista y de un bigote del que se siente sumamente orgulloso -"yo soy bigotista desde que entré en la edad de merecer"-, el hombre posee un enorme saco cargado de fonemas, o, si se quiere, un enorme sombrero de mago, del cual proviene la inverosímil cantidad de palabrejas cómicas que adornan sus escritos, sin contar el sinnúmero de expresiones de la picaresca criolla que, luego de ser administradas por aquí y por allá, cobran sentidos que trascienden, por lejos, el del habla cotidiana.
Enemigo declarado de las imposturas, de la ciudad de Osorno, de las vacaciones, de las viejas feas que arrasan en los supermercados, de los lloriqueantes profesionales, Leonardo Sanhueza puede llegar a ser, con toda naturalidad, el mejor amigo de aquellos lectores que, sintiéndose mortalmente aburridos con las interpretaciones que de la realidad hacen los políticos, los noticiarios, los comentaristas deportivos y otros propagadores eméritos de lugares comunes, anhelan mitigar, aunque sea un poco, la insufrible pesadumbre que produce el hecho de estar colgados a los ganchos carniceros con que la cotidianeidad nos aferra a este mundo.
LEONARDO SANHUEZA PUBLICA "AGUA PERRA" Y HABLA DE LA "RAZA PERRUNA" DE LOS PERIODISTAS
POETA CONVIERTE RESTOS DE DIARIOS EN SABROSA CRÓNICAS
Apestado por una inscripción en un supermercado que dice “Demuestre su cultura: no obstaculice la entrada con su carro” o por el recuerdo del personaje que se paseaba con la Biblia bajo el brazo en el Paseo Ahumada gritando “¡Gloria al Pulento, gloria al Pulento!”, al poeta Leonardo Sanhueza le gusta entrever lo cotidiano.
Sus columnas se publican todos los lunes, en las páginas finales de “Las Últimas Noticias” y se titula “Agua perra”. Después de más de tres años publicándolas fueron reunidas en un libro de 187 páginas con el nombre de su columna, que acaba de publicar la editorial J.C. Sáez Editor.
-En más de alguna crónica hablas de los periodistas en terreno...
-Hay un tipo de periodistas que se creen mucho el cuento, y tienen ganas de ganarse el Pulitzer, como si en Chile existiera ese premio. Los periodistas son como los perros, y los que me llaman la atención son los poodle, que aspiran a encontrarse una buena vieja que les haga la tarea.
-¿Chile: país de columnistas?
-Eso es una ocurrencia, pero diría que existió un pequeño boom hace unos cuatro años, donde surgieron columnistas nuevos y eso hizo muy presente el género de la crónica, junto a una resurrección de Joaquín Edwards Bello y de otros cronistas como Jenaro Prieto.
-¿Es cierto que desde hace tiempo recortas noticias de los diarios para posibles crónicas?
-Sí, pero el problema es que no soy muy metódico y ahora tengo un basural. Mi fuente principal para recortar son los diarios regionales, donde la realidad es más colorida, y por eso surgen noticias más raras, como en el “Austral”, de Temuco, el “Renacer”, de Arauco, y los columnistas de provincia, qué decir, son un caso aparte.
Una agüita "perra" -corríjanme si yerro- es lo que bebe el chileno dolido de vientre para disolver malestares, o el ídem desposeído cuando el hambre arrecia. ¿Simple agua hervida o infusión de hierbas humildes? Este cuidado volumen, "Agua perra", reúne columnas de Leonardo Sanhueza (1974) publicadas en "Las Últimas Noticias". En "El ladrido de los quiltros" nos enteramos de que "el escritor Luis Sepúlveda se manifestó indignado porque Laura Bush había programado una visita a la casa de Neruda en el barrio Bellavista". Sanhueza explicita el negocio de ese pudiente y novelero prosista, cual es "denunciar, con su pintoresca chapa de ex GAP y su guayabera de sudaca macondiano y seboso, las grandes contradicciones y vulnerabilidades de los países latinoamericanos", siempre que sean "comprensibles entre las buenas conciencias de Europa" (lo de ex GAP ha sido refutado, dicen, por fuentes confiables).
¿Rompe una lanza Sanhueza por Laura Bush? Para nada, sólo desenmascara una impostación, escrutando nuestra realidad mental y sus calles como un "flâneur" no del todo urbanizado, pleno de raro sentido común y notable osadía. Si en el supermercado un letrero reza "Demuestre su cultura: no obstaculice la entrada con su carro", el cronista abate varios pájaros de un tiro. ¿Cultura = paso libre de consumidores? Probable impostación de valores. Cuando él mismo, meditabundo, es presionado en sus cuartos traseros por una señora ("¡Ya, pues, joven, demuestre su cultura!"), pasa revista a su cultura insultativa sin explicitarla. Pero aclara: "jamás he visto vieja más fea". Luego, en "Horror a las viejas", detalla lo que, más que una franja de edad, sería un mal estado del espíritu, "un tipo social muy extendido en Chile: la vieja, esa que avanza a trompicones hacia la consecución de sus metas personales, como una micro", trátese del acceso a una lata de atún, un puesto en la cola o un asiento en la micro, valga la redundancia.
Poeta reconocido ("Cortejo a la llovizna", "Tres bóvedas"), Sanhueza se vale a veces, con sorprendente erudición, de los versos de otros para ilustrar sus opiniones, las que a menudo describen la cruel belleza de las mujeres -no viejas aún- y la no menos cruel resaca tras la cerveza o el vino. No comprende "qué significa el aburrimiento", aunque deduce que es una utopía, "ominosa, pero utopía al fin". La sentencia provoca erección de antenas: ¿se aburre el lector en su vida? Será que es idealista. Lea "Agua perra" y estará salvado, lejos de toda utopía.
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